Diversos estudios han puesto de manifiesto los peligros del sobreuso de las intervenciones sanitarias y la medicalización de la sociedad, incluyendo los problemas derivados del exceso de actividades preventivas, diagnósticas, terapéuticas o de cuidados.
Se detecta una tendencia a medicalizar aspectos normales de la vida, convirtiendo probabilidades en enfermedades, a la vez que se reducen los umbrales diagnósticos, lo que condiciona multitud de pruebas y revisiones periódicas innecesarias.
A este fenómeno ha contribuido la extensión de un modelo social que sitúa expectativas desmesuradas en los servicios y tecnologías sanitarias con escasa aceptación del envejecimiento y la ausencia de alternativas en determinados casos.
Esta tendencia se traduce en algunos casos en prácticas que podrían producir más daños que beneficios a los pacientes, a la vez que sobrecargan y afectan a la sostenibilidad del sistema sanitario público.
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